El idioma español: ¡vaya tesoro!


Ay, si alguien les hubiera dicho a nuestros padres que el español iba a ser en el siglo XXI un idioma más importante que el francés que estudiaban en el bachillerato con la esperanza de estar entrando en una vida mejor... Una vida más refinada, más libre, más rica.
Más rica, eso es lo que nos importa ahora. La FundaciónTelefónica celebró ayer, con el padrinazgo del Rey Felipe VI, la conclusión de El valor económico del español, un conjunto de 16 estudios publicados desde 2007 hasta 2017 que retrata el idioma español desde la perspectiva de los economistas: el español y la ciencia, el español en internet, el español en los flujos internacionales, el español para las empresas multinacionales...




Atlas de la lengua española (Tercera edición revisada), el colofón y síntesis de la serie, es lo que su título promete: una base de datos y explicaciones que lo mismo informa de las variantes del español en Puerto Rico que del número de estudiantes del idioma en cada país de África. Más de 200 autores han contribuido a las 3.500 páginas del conjunto.
Muchas de las conclusiones son ya conocidas: el español es un idioma fuerte en internet y débil para la ciencia. Su comunidad tiene mucho vigor demográfico y por eso crece más que cualquier otro idioma de origen europeo. El interés por el español para los estudiantes de idiomas no ha dejado de crecer por delante de otros idiomas con más tradición. El idioma común ha propiciado inversiones trasnacionales y grandes flujos migratorios... «El español es nuestro producto más internacional. Esa es la verdad, aunque suene a eslogan», explica José Luis García Delgado.




La riqueza del español

Pero, lo primero es una aclaración: ese dato que aparece de vez en cuando, «el idioma representa el 15% del PIB de España», es una abstracción en la que no deberíamos distraernos demasiado. No quiere decir que seríamos un 15% más pobres si hablásemos un idioma que sólo es oficial en un país, como ocurre con el checo o el búlgaro. «El dato se tiene que entender de otra manera. Lo que hacemos es aislar sectores productivos, por ejemplo: las industrias culturales. Y consideramos cuánto pesa el idioma. En las industrias culturales, el español pesa mucho; para una editorial está la tinta, está el papel y, sobre todo, está el idioma. ¿Cuánto importa? Ésa es una decisión, en parte, discrecional. Luego miramos en la agricultura, y vemos que el idioma importa muy poco o nada. Y, al final, llegamos a esa cifra del 15%», explica García Delgado.




Y después de esa aclaración, una clave. Entre los miles de temas que de Valor económico del español hay una lógica mercantil que se adivina en cada gráfico, en cada comparación: los idiomas, dice esa intuición, son como las empresas que compiten entre ellas y, si no crecen, decaen y, a la larga, mueren.
¿Es así? Más o menos. «El español tiene la oportunidad de ser la lingua francaque acompañe a la que ya tiene ese terreno conquistado que es el inglés. No hay por qué rivalizar con el inglés porque ser la segunda lengua también pude puede tener muchos premios», cuenta García Delgado. «En Estados Unidos, por ejemplo, el bilingüismo inglés-español empieza a tener premio en los salarios. El empleado que habla español cobra más».




Estados Unidos, precisamente, es la medida y el desafío del éxito del español como idioma internacional. A todos nos suenan esas proyecciones que dicen que hay más de 52 millones de hablantes de español en Estados Unidos y que la cifra se habrá doblado en 2040. El dato es tan impresionante que, a menudo, nos quedamos en él sin profundizar.

Tercera generación

¿Qué deberíamos saber sobre el español que se habla en Estados Unidos como bien económico? Lo primero: que ha roto la ley histórica que dice que las segundas generaciones de emigrantes hablan a medias el idioma de sus padres y que la tercera lo olvida definitivamente. En Estados Unidos, según se lee en el Atlas de la lengua española, muchas familias de hispanos perseveran en el idioma de sus países de origen. «Eso no ha ocurrido ni con los italianos, ni con los alemanes ni con ninguna otra comunidad. Es verdad que, de los 56 millones de hispanos que están en Estados Unidos, no todos tienen pleno dominio del español.Calculamos que el 40% tiene un dominio pleno y que el 30% tiene un dominio parcial», explica García Delgado. «Pero también es verdad que son los hispanos que han tenido éxito social y económico los que más se esfuerzan por conservar el español. Y ahí ayudan mucho las industrias culturales, porque hay muchos productos en español: las canciones, la televisión...».
Otro factor favorable: aunque nos sorprendan tantos acentos y tantas variantes dentro de un mismo idioma, el español es una lengua homogénea y de normas claras y estables. El español de Madrid y el de Santiago de Chile se parecen más entre sí que el portugués de Lisboa y el de Sâo Paulo. Y tiene un uso más transversal que el francés, que está presente en muchos países de África pero no se habla en las calles. Y eso lo saben los estudiantes que tienen alicientes para elegir nuestro idioma en vez de otros competidores, igual que los latinos de Estados Unidos que quieren que sus hijos sean bilingües.
El español, por tanto, deja poco a poco de ser un idioma de pobres.También en Estados Unidos. Pronto, los hispanos de los States se convertirán en los más ricos de entre todos los hispanohablantes del mundo, más que los españoles. Eso, si el Gobierno de Donald Trump no cambia la Historia en algún sentido inimaginable. «Pese a quien le pese, el español es la segunda lengua, con un crecimiento extraordinario.El número de matriculados en español en las universidades es nueve veces más grande que el de matriculados en alemán y cuatro veces más grande que el del estudiantes de francés», explica García Delgado.


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